Julio Gómez F.
Escritor Dominicano (Barahona).
En la década de los años 80, fui a trabajar a las minas de sal y yeso (que entonces pertenecían al grupo Corde, del Estado), en la comunidad de Las Salinas, provincia de Barahona.
Allí en Salinas permanecí trabajando cerca de cuatro años, ganando como sueldo 500 pesos mensuales; pero lo más interesante para mí fue el hecho de que allí logre crear unas buenas relaciones de amistad con muchos y trabajadores y moradores del lugar; gentes sencillas, humildes y laboriosas. Muchos de los obreros llevaban años en la empresa.
En esos años no todos los salineros tenían la oportunidad de ser favorecidos con una colocación en Sal y Yeso; sin embargo, una buena parte del personal que allí laboraba, entre funcionarios altos y medios, obreros, operadores, mecánicos, empleados de oficinas, etc., no provenían del lugar, sino de otras poblaciones vecinas y distantes.Todo ello en perjuicio de la supervivencia de los moradores naturales y endémicos de Salinas.
Tal práctica yo siempre la critiqué, aunque era uno de losasalariados foráneos, porque he entendido siempre que “la verdad es y será siempre revolucionaria” (paráfrasis). Recuerdo incluso –me lo confiaban empleados del área de Personal amigos nuestros--, que en las nóminas de la empresa minera existían decenas de personas que no trabajaban y sí cobraban los días de pago; gentes de otros pueblos, amigos y allegados de los principales ejecutivos; y todo en detrimento de los vivientes del propio pueblo.
Y precisamente esa era una de las cosas desagradables y bochornosas que ocurrían en su propio territorio y que muchos salineros criticaban; naturalmente, lo hacían de forma incesante, aunque de manera solapada y conservadora, por temor a seguir siendo ignorados.
Lo cierto es que, por mi juventud y por mis ideales y por la humildad como me manejaba con los trabajadores y por la prudencia que observaba con mis superiores, mucha gente del lugar logró delegar en mí su amistad sana y sincera, la cual traté de mantener y he mantenido en el curso de los años hasta el presente.
Sólo que en el día de hoy (y me duele decirlo y recordarlo), muchos de todos esos humildes y explotados ex-obreros de Sal y Yeso ya no viven; muchos se han ido a destiempo del mundo de los vivos. Y pienso que en el caso de una buena cantidad de ellos, su partida de este mundo se ha acelerado a causa del lamentable estado de pobreza y de miseria en que vivieron y padecieron en carne propia, ellos y la inmensa mayoría de los moradores de ese valeroso pero desventurado pueblo de Salinas.
Porque para nadie es un secreto que en aquellos años, las minas de sal y yeso fueron un valioso patrimonio, una fuente de riqueza fácil al servicio de un reducido núcleo de burócratas y de adinerados serviles de los gobiernos de turno, que por demás no pertenecían a los pueblos de esta zona, sino a otros lugares del país.
En los últimos meses, he estado viajando y visitando a mis viejos amigos en Las Salinas y sus barrios, como también sus poblados vecinos, entre ellos Saladillos, Angostura y Lemba; interesado en darles calor y revitalizar las viejas relaciones de amistad con ellos. Pero ¡ay! cuánta nostalgia y cuanta tristeza ha provocado en mi espíritu el hecho de saber que muchos de aquellos buenos y sencillos amigos, ex trabajadores de las minas de sal y yeso ya no viven, pues han fallecido muchos de ellos.
Se trata de gentes que yo conocí y conviví con ellas por mucho tiempo, en mi estadía en Sal y Yeso. Les garantizo que incluso en muchos de ellos (yo los había tratado de cerca) se trataba de hombres,incluidas mujeres de trato afable, en edades productivas y con enormes ansias de continuar viviendo y siendo productivos para sus familiares y para su marginado pueblo, también pobre y martirizado.
Me he sentido conmovido sobremanera cuando, al llegar a la puerta de las viviendas de muchos de esos ex amigos, creyendo encontrarlos vivos y sanos, he recibido la infausta noticia de que esos amigos nuestros ya no viven, porque habían enfermado y de repente fenecido.
Con las explicaciones y las informaciones que recibidas de vecinos y amigos, he comprendido que muchos de esos buenos amigos desaparecidos, en los últimos tiempos habían pasado por situaciones económicas muy lamentables; tan lamentables que al enfermar no encontraron una mano amiga que les ayudara a enfrentar situaciones y problemas económicos que se les presentaban y que sólo con dinero podían solucionarlos y sobrevivir.
Mientras reflexionaba en relación con la partida de mis amigos, me llega al pensamiento ideas que me anonadan y me dejan contrariado. Por ejemplo, que la mina de sal en la actualidad sigue inactiva y la de yeso es explotada de forma precaria por Semex Dominicano, empresa extranjera (mejicana) donde labora un reducido personal con muy escasa escasa presencia de salineros, pero que al fin de cuentas de su riqueza y de las ganancias de la explotación y comercialización del mineral que genera, en nada (o muy poco) benefician a los moradores de los pueblos vecinos; no beneficia a Saladillo, a Angustura ni a Cristóbal, los cuales aquellos yacimientos minerales hallan situados a escasos kilómetros de distancia; ni mucho menos a Las Salinas, en cuyas entrañas y en cuyo territorio se hallan localizados ambos patrimonios mineros.
Meditaba en el hecho de que ha sido invaluable el caudal de materia prima de sal y de yeso y de beneficios líquidos, que ambos yacimientos minerales no renovables, han generado en todo el devenir de su larga etapa productiva; desde que en el año 1937-37 fue creada por el régimen de Trujillo la “Salinera Nacional”, entidad de su propiedad particular, hasta el presente.
Y que no obstante el Estado haber agotado e invertido cuantiosos recursos para hacer producir riqueza a sal y yeso, muchos de los cuales han sido aportados también por los moradores de estas comunidades dueñas naturales de dichas minas, quienes han pagado de manera religiosa los impuestos al Estado Dominicano, en cambio ellas no han tenido la suerte de disfrutar de las bondades que generan sus minas, y por en contrario cada vez más han ido viendo más reducidas sus esperanzas y sus posibilidades de mejor.
Pienso que, por el contrario, hoy por hoy los males de Las Salinas, de Cristóbal, de Saladillos y de Angostura, son cada vez más abundantes y más gravosos. Naturalmente que el problema es viejo, ancestral, pero soluble, y pienso que aún hay tiempo para resarcir ese daño histórico.
(Correo de mi Blog: WWW.verdadesmatinales.blogspot.com)
Puede además leerlo en: Twister y el Factbook.